En pleno siglo XXI, todavía existen en el planeta, regímenes gubernamentales, que basan sus mandatos y su poder en el control de los ciudadanos de una nación.
Aunque suene imposible, en algunos países todavía existen gobiernos basados en dictaduras, en donde los gobernantes llegan a suprimir muchos derechos y garantías de las personas.
Gobiernos que no respetan el ser de sus habitantes y que mediante el temor logran ejercer control sobre ellos.
Con las recientes protestas del pueblo venezolano, en contra de su actual gobierno, tenemos un repaso de las que se podrían considerar dictaduras en América. Países en los que el poder del estado, sobrepasa el poder que el pueblo les otorgó.
El Gobierno de Raúl Castro, en Cuba, es indiscutiblemente la dictadura más antigua de las Américas, la tradicional que terminó el siglo XX siendo la única. Que con enunciados marxistas, antimperialistas y populistas, es sólo el viejo castrismo de la Guerra Fría, decorado con la manipulación electoral y legislativa.
Los gobiernos de Nicolás Maduro en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua, reúnen actualmente todas las características y elementos de una dictadura.
A pesar de haber llegado al poder por elecciones, todos ellos han dado sucesivos “golpes de estado blandos”, esto es, sin desplazamiento general de fuerzas militares.
Golpes de estados judiciales, legislativos, administrativos, institucionales, que han sido legalizados bajo normas ilícitas.
Todos estos gobernantes han suplantado ilegalmente (reemplazando o enmendando) la constitución política de sus países, por una a su medida, para concentrar todo el poder.
Han modificado los sistemas electorales y jurídicos en su beneficio, han demeritado la libertad de prensa, tomando el control de medios de comunicación.
Han creado sistemas que hacen imposible que, por un procedimiento institucionalizado, la oposición llegue al poder.
En pocas palabras, han instaurado dictaduras.
Es lamentable esto siga sucediendo en una sociedad que exige derechos y libertades, sin embargo, llegará el día en que, como es natural, el poder regrese a manos del pueblo, a las manos que le corresponde.