El rock prohibido

La década de los 60 en México, fue una época de grandes y álgidos cambios y movimientos, en muchos aspectos de la sociedad.

El movimiento estudiantil del 68 estaba fresco en la memoria, y mucho más la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco. Un gobierno opresor y controlador regía en el país, cambios sociales y económicos eran la nota de todos los días en periódicos.

En camino paralelo, una tendencia cobraba fuerza y popularidad , se usaba como un estandarte de rebeldía e inconformidad, el rock comenzaba a tomar un protagonismo importante en la vida de los jóvenes mexicanos.

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Pelo largo, pantalones acampanados, camisas unisex y un lenguaje cercano a la jerga patibularia, características que identificaban a esta joven generación.

La música nacional y la que comenzaba a llegar del extranjero, era ya popular, y comenzaba a generar conciencia.

Festivales de música como Woodstock y Monterey ya hacían eco en las conversaciones cotidianas. Se volvían temas  de conversación en todos lados.

La gran noticia llegó, el 11 y 12 de septiembre de 1971, cuando fue anunciado el Festival Rock y Ruedas, en Avándaro, Estado de México.

En revistas, radio, diarios, carteles, y hasta en el noticiario estelar del canal 2 de Telesistema Mexicano, se dio a conocer la organización de un evento que cambiaría para siempre la vida de la música en México. 25 pesos fue el costo del boleto.

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Casa de campaña y hasta bolsas para dormir, mantas y cobijas, formaron parte de los preparativos de los asistentes.

Los Dug Dug’s, Peace & Love , El Ritual, Bandido, Los Yaki y Mayita, Tinta Blanca, El Amor, Three Souls in my Mind y La Revolución de Emiliano Zapata, entre otros, fueron los protagonistas de ese concierto único en nuestro país.

La mañana del sábado 11 de septiembre, miles de jóvenes comenzaron a llegar a ese pueblo cercano a Toluca, con la firme convicción de divertirse y escuchar su música favorita.

El rock en vivo había comenzado

Las cifras dicen que asistieron aproximadamente 500 mil personas, durante los dos días del festival.

Como era de esperarse, el gobierno de aquel entonces buscó desprestigiar por muchos caminos el festival, periódicos y noticieros recalcaron el uso de drogar, sexo, violencia y muchas cosas más, jóvenes perdidos, jóvenes rebeldes, era la consigna.

Avándaro fue para el gobierno un duro golpe en contra de su autoritarismo.

Fue todo lo contrario, se volvió  en el centro neurálgico, el lugar en el que la nueva generación de mexicanos se reunió en paz, celebrando la música, uniéndose al compás de las canciones. Drogas, sexo y demás, los hubo, no cabe duda. Pero no fue el objetivo principal de su organización.

México podía ser un país de paz, un país organizado y con vistas al futuro.

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Recogemos un fragmento escrito por Jacobo Zabludovski, del libro «Nosotros», de Humberto Ruvalcaba:

Sería ingenuo pensar que tantos muchachos fueron a Avándaro a buscar a los culpables de 1968 o a cazar halcones. No fueron a eso, porque los jóvenes no son tontos, y si de cazar halcones se trata, no habrían hecho tan largo viaje hasta Avándaro, bajo la lluvia, a pie, padeciendo molestias. No fueron a buscar allá a los culpables, pero fueron empujados por ellos, porque los jóvenes, los jóvenes estudiantes, los jóvenes obreros, los jóvenes artesanos, los jóvenes músicos, los jóvenes empleados, los jóvenes aprendices, los jóvenes choferes, todos los jóvenes que fueron, fueron a buscar algo más importante que un halcón: algo en qué creer”.

@losojosdecuervo

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