Hace ya 30 años se registró uno de los accidentes mundiales más graves y terribles provocados por el hombre. Sucedió el 26 de abril de 1986, en la planta nucleoeléctrica de Chernobyl, Ucrania.
A consecuencia de la explosión y la nube radiactiva que produjo, logró alcanzar a la mayoría de los países del norte de Europa; entre los afectados estuvo la República de Irlanda, nación mundialmente conocida por ser ganadera, y a la que México compraba y sigue comprando leche en polvo, desde la década de los sesenta.
En ese entonces, la Organización Mundial de la Salud (OMS), emitió una alerta internacional, advirtiendo sobre el alto riesgo que implicaba el consumo de este producto.
Contrario a la lógica, los responsables de la importación de esta leche en México, compraron de manera criminal más de 40 mil toneladas, que fueron distribuidas en todo el país.
La Conasupo, que en aquel entonces era la única empresa autorizada para importar leche, distribuyó este veneno entre otras empresas privadas, que estaban obligadas a comprarle este producto.
Diversas investigaciones arrojaron la verdad sobre este crimen, diversos análisis practicados a esta leche, por un físico, habían dado positivo en contaminación radiactiva por cesio 137 y estroncio 137, que producen malformaciones y daños hepáticos y óseos.
La versión del gobierno fue que la leche se había devuelto a Irlanda, sin embargo, se comprobó que ésta había sido llevada a Veracruz y luego al puerto de Tampico, de donde era distribuida.
Todas las advertencias por parte de investigadores y especialistas en el tema, fueron desechadas por el gobierno, y el veneno siguió llegando a los hogares mexicanos.
EL consumo de este producto, puede generar daños de manera inmediata, o aparecer después de decenios; pueden estar apareciendo ahora.
El gobierno mexicano, corrupto, permitió, en colusión con Conasupo, que miles de pequeños consumieran este veneno mortal, posiblemente muchos no lo saben y las consecuencias de esta negligencia, comienzan a mermar su estado de vida.