Uno de los sucesos históricos más vergonzosos en la historia de México, un día que no debe ser olvidado nunca, un día en que se cortaron las ilusiones de cientos de jóvenes, un día en que un presidente decidió arrebatarles las esperanzas de una mejor educación y de un mejor país.
La matanza del 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, es una mancha de sangre que la sociedad mexicana tiene presente hasta nuestros días.
El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, decidió que un estudiante muerto, era un estudiante que no molestaba.
Desde ese día, existen muchas dudas todavía, historias que no se han contado, mitos y realidades que persisten y que siguen siendo temas de conversación.
La gran masacre en la que cientos de mexicanos, la mayoría estudiantes, perdieron la vida a causa de la represión de las fuerzas policiales y del ejército.
Un par de meses antes, los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional, junto con otras casas de estudios, profesores, intelectuales, amas de casa, obreros y profesionales, crearon el Consejo Nacional de Huelga, con el que comenzaron una serie de protestas en contra del gobierno de Díaz Ordaz.
Esa lamentable tarde, y poco tiempo después de que comenzó la manifestación, un helicóptero del Ejército Mexicano arrojó bengalas sobre los estudiantes. Era la señal; en ese momento los militares, paramilitares y francotiradores abrieron fuego contra miles de jóvenes.
El corrupto y represor gobierno de Ordaz, justificó que las Fuerzas Armadas se vieron obligadas a intervenir, por la rebelión de los asistentes en contra de los uniformados.
La cifra total, según medios locales, fue de entre 300 y 500 personas asesinadas, a manos de las fuerzas policiales de México; de esta cifra se duda, ya que muchas otras fuentes aseguraron que la cantidad exacta de muertos nunca se dio a conocer.
Las dudas, la rabia, la impotencia y la injusticia, siguen presentes después de 49 años, de uno de los episodios que marcaron la vida de la sociedad mexicana y de los estudiantes de las generaciones siguientes.
Tlatelolco
Nadie sabe el número exacto de los muertos,
ni siquiera los asesinos,
ni siquiera el criminal.
(Ciertamente, ya llegó la historia
este hombre pequeño por todas partes,
incapaz de todo, menos del rencor.)
Jaime Sabines