En el año 2003, recién comenzaba el nuevo milenio, y junto con él surgieron varios misterios que alimentaron la imaginación popular y en algunos casos la paranoia colectiva. En varios países se tenía la idea que, tres años atrás, el mundo acabaría en el año 2000, sin embargo, nada de esto fue cierto. América no fue la excepción y también dio de qué hablar.
En el desierto de Atacama, el desierto no-polar más árido, ubicado en Chile, se encontró uno de los más interesantes misterios de inicios del siglo. El hallazgo fue un esqueleto de apenas 15.24 centímetros de largo con características muy peculiares ya que tenía forma humanoide, sin embargo, sólo tenía diez costillas en lugar de doce, además de un cráneo alargado.
Investigadores de todas partes comenzaron a especular cosa sobre el hallazgo. ¿Qué podría ser? Una momia, un esqueleto antiguo o incluso un extraterrestre. Las especulaciones sobre el posible hallazgo de una momia alienígena, cada vez eran mayores, todos los indicios afirmaban que el ser encontrado no tenía explicación. Ata, como ya lo habían bautizado, llamó la atención de Gary Nolan, profesor de microbiología e inmunología en la Universidad de Stanford, quien después de varios estudios llegó a la conclusión que podía tratarse de un humano simplemente. Las primeras pruebas arrojaban que, en caso de ser un humano, se trataría de un niño de seis u ocho años con problemas genéticos, sin embargo, estudios posteriores arrojaron que efectivamente se trataba de una mujer con ascendencia chilena e incluso pudo jamás haber nacido, aun siendo un feto a la hora de morir.
Los estudios coincidieron en un 92%, por lo que las dudas, aunque en menor proporción, aún existían, sin embargo, las coincidencias aumentaron a 98%, con estudios más especializados.
El doctor Atul Butte, director del Instituto de Ciencias de la Salud Computacionales, de la Universidad de California, en San Francisco, EUA, se unió a las investigaciones, y después de varias pruebas se confirmó que el esqueleto presentaba mutaciones en siete genes, las cuales causaron las deformidades óseas y musculoesqueléticas, como la escoliosis y la displasia esquelética, mejor conocida como enanismo.
Aunque no se trató de un ser de otro planeta ni un primate no reconocido, los estudios realizados a Ate significaron varios avances en el estudio del ADN y se llegó a la conclusión que es un tema muy poco estudiado, pero que puede representar muchos problemas en las personas, incluso antes de nacer.