La segunda guerra mundial dejó un sin fin de personajes que perdurarán a lo largo de la historia, por las acciones que realizaron o las decisiones que tomaron, para influenciar la guerra a su favor o el de la humanidad. Es bien sabido que Hitler se rodeó de gente con los mismo ideales que él, y por lo regular eran personas con una gran inteligencia o muy preparados, para desempeñar el cargo para los que fueron escogidos.
Algunos de los personajes más fieles al führer lo siguieron hasta el fin de la guerra o hasta su muerte, sin embargo, hay algunos que destacaron más que otros por su participación.
Uno de los personajes más destacados en la lucha de Hitler fue Paul Joseph Goebbels, encargado de la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, entre 1933 y 1945.
Joseph nació en Rheydt, actualmente parte de la ciudad alemana de Mönchen Gladbach, el 24 de octubre de 1897, de padre contador y madre ama de casa. En 1901 sufrió de osteomielitis aguda, la cual le afectó la pierna derecha y lo dejó parcialmente cojo.
En 1993 fue nombrado ministro de propaganda, ya que Hitler había llegado a ser canciller alemán. Con este puesto, Goebbels exalta el régimen y a su líder, denigra a las corrientes teóricas que no le convenían y trata de controlar todo lo referente a medios masivos de comunicación, cultura y arte, además de conquistar actrices, aprovechando su influencia.
Goebbels fue el organizador del desfile de antorchas en Berlín, la noche de enero, a la cual asistieron unos 60,000 hombres. Fue un orador aguerrido en contra de los opositores del nazismo y uno de los más fervientes seguidores y defensores de Hitler.
El encargado de la propaganda nazi, estaba casado con Johanna Maria Magdalena Ritschel, mejor conocida como Magda Goebbels, con quien tenía seis hijos. Esta familia era un modelo a seguir de la Alemania nazi, ya que siempre aparecían en portadas de revistas o periódicos, sin embargo, su final no fue nada inspirador.
Esta familia protagonizó una de las escenas más trágicas de la guerra pues el 1° de mayo de 1945, mientras se encontraban resguardados en un bunker y con las fuerzas aliadas avanzando, tomaron la decisión de suicidarse.
La decisión de suicidarse la tomaron para no ser apresados y juzgados por crímenes de guerra. Los cadáveres de los padres y los seis hijos fueron incinerados, pero no alcanzan a quemarse del todo, por la toma rusa de la cancillería, así que se encuentran y se identifican.