Distintas ideologías definen la multiculturalidad del mundo en el que vivimos, sin embargo, existen distintas formas de pensar que no son las adecuadas para subsistir en comunión con el resto de las personas. Estas ideologías o creencias son las bases de la mayoría de las religiones que existen en el orbe, y por lo regular, difunden una idea de paz, convivencia y amor al prójimo, actos que son recompensados con la promesa de una buena “vida” después de la muerte, sin embargo, existen otros ideales que orillan a algunos actos que afectan o alteran la paz y la seguridad de las personas.
A lo largo de la historia han existido diversas personas las cuales, guiadas por falsos ideales, han comenzado grupos o sectas que, sin preguntar nada, los siguen a todos los lugares y obedecen sus órdenes, por muy crueles o descabelladas que sean.
Recientemente, fue ejecutado en Japón, Shoko Asahara, el líder de la secta Verdad Suprema, el cual cometió graves delitos en contra de la humanidad.
Chizuo Matsumoto, mejor conocido como Shoko Asahara, fue identificado en el mundo como un idealista radical, que se consideraba él mismo como la nueva encarnación de Cristo. Este personaje elaboró la profecía apocalíptica en la que el mundo sería destruido por una guerra nuclear.
La secta de Asahara mezclaba budismo y cristianismo, sin embargo, las autoridades japonesas nunca reconocieron a su grupo como una organización religiosa legal.
Los primeros atentados de este hombre y sus seguidores comenzaron en 1994, donde miembros de Verdad Suprema, liberaron sarín (Líquido incoloro e inodoro usado como arma química, debido a su extrema potencia como agente nervioso) en un camión frigorífico cerca de las casas de los jueces, que llevaban un proceso para confiscar algunas propiedades de la secta.
La mayor de sus atrocidades la cometieron el 20 de marzo de 1995, donde diez de sus miembros liberaron sarín, líquido que llevaban en bolsas de plástico, en el metro de Tokio, en plena hora pico. Los sujetos dejaron las bolsas abandonadas en varios vagones, después de haberlas pinchado con las puntas de los paraguas.
Este atentado causó la muerte de trece personas y dejó 50 heridos graves, incluso algunos en estado vegetativo. Al principio se decía que el ataque había sido obra de Corea del Norte, sin embargo, las investigaciones dedujeron que había sido la secta de Asahara. El fin de este acto fue acelerar la profecía del apocalipsis.