Elizabeth Báthory es considerada como una de las peores asesinas, sino la más terrible, que se han visto en la historia de la humanidad. Su existencia data del siglo XVI y parte del XVII en Nyíbátor, Hungría.
Nacida el 7 de agosto de 1560 bajo el seno de una familia aristocrática, bastante importante, pues su tío fue el príncipe de Transilvania, para posteriormente convertirse en el rey de Polonia a finales del siglo.
Si bien su educación fue bastante nutrida y exquisita, algunos miembros de su familia practicaban la alquimia –doctrina de donde nació la química y el esoterismo–, por ende, Elizabeth se vio envuelta en esos temas desde muy temprana edad.
Cuando esta joven aristocrática cumplió los 15 años, fue casada con el conde Ferecs Nádasdy, de 20 años, quien era conocido como «El héroe negro», pues fungía como soldado y constantemente se encontraba en guerras que acechaban el país; a sus enemigos los torturaba con crueles y violentas prácticas, por ello su apodo.
La vida de casada de Elizabeth fue muy tediosa y solitaria, porque su marido le prohibía salir del castillo donde residían. No obstante, la condesa no dudó nunca en escaparse un par de veces para tener diferentes aventuras, entre ellas se le conoció a su amante «El Vampiro», debido al extravagante y raro aspecto que portaba.
Mientras se quedaba encerrada en el castillo, se rodeó de raros sirvientes, quienes practicaban brujería y con los cuales aprendió diferentes rituales de belleza. Uno de ellos, el que marcó sus ritos sádicos, fue el consejo de su antigua nodriza:
El uso de la sangre para evitar el envejecimiento.
Para este entonces, Báthory ya martirizaba a sus sirvientes con crueles prácticas, como llenarlas de miel y dejarlas en medio del jardín para que los insectos las cubrieran, o convertirlas en estatuas de hielo.
Tras diez años de matrimonio, la condesa fue madre por primera vez, de la princesa Anna, después vendrían Úrsula, Catalina y Pablo. El cuidado de sus hijos la alejó de sus rituales sádicos. Sin embargo, su obsesión número uno –el paso del tiempo– aún seguía vigente: no quería envejecer.
Cuando su esposo murió el 4 de enero de 1604, fue el inicio de una serie de homicidios de chicas jóvenes.
Con su solitaria vida y la obsesión que la invadía, día tras día, recordó el consejo que su nodriza le había dado en un principio. Así comenzó la ola de asesinar a sus sirvientas, para después darse baños de sangre. En su paranoia, ella podía ver cómo su piel se hacía más joven y blanca con la vida desangrada de sus víctimas. Su obsesión llegó hasta tal punto, que alejaba cualquier toalla u objeto para limpiarse el líquido de sí misma, obligando a sus demás sirvientas a lamer la sangre que la cubría.
Una vez que se quedó sin víctimas en su castillo, empezó a robar a muchachas del pueblo, ofreciéndoles una vida mejor, o las drogaba y secuestraba, en caso de negarse.
En un principio, los cuerpos fueron enterrados dentro de la fortaleza, no obstante, después no tuvieron más opción que dejarlos en medio de los campos. La población comenzó a sospechar de tantas desapariciones, pero el alto rango que Elizabeth Báthory sostenía, la ayudó a quedar impune por mucho tiempo.
El número de asesinatos fue tan grande, que el pueblo se quedó sin jóvenes muchachas. Báthory, desesperada por sangre joven, escogió a sus siguientes y últimas víctimas: Chicas aristocráticas.
La aristocracia ya no pudo hacer oídos sordos a los rumores que acontecían alrededor de la condesa, y el rey Matías pidió investigar el lugar donde vivía su sobrina.
Así, los hombres del rey, investigaron la fortaleza y encontraron lo más terrible y sádico del mundo: instrumentos de tortura, sangre y cuerpos por doquier. Era el fin de la Condesa Sangrienta.
Sus discípulos y cómplices fueron ejecutados, mientras ella quedó apartada de cualquier contacto humano, lejos de la sociedad. Encerrada en su propio castillo, con el castigo de no volver a ver la luz del día. Únicamente recibía comida por medio de una rendija.
El 21 de agosto de 1614, murió Elizabeth Báthory, con más de 650 vidas quitadas y tortuosos asesinatos.