Las condiciones humanas no siempre deberían recibir el adjetivo de humano, y esto se ha visto en muchas ocasiones a lo largo de la historia.
Algunos de los relatos más escalofriantes sobre maltrato humano suelen suceder durante guerras, revoluciones o en una época del pasado donde la razón humana no se caracterizaba por ser tan humana, y la ignorancia gobernaba sobre la lógica, sin embargo, ciertos rasgos retrógradas e ignorantes, fueron arrastrados hasta décadas posteriores.
Al igual que la ignorancia, la maldad humana no conoce fronteras, lo peor es que personas inocentes pagan por esta mentalidad sin escrúpulos.
En 1965, la casa de Gertrude Baniszewski recibió a un par de niñas provenientes de una familia disfuncional y en extrema pobreza, las cuales fueron encargadas por su padre, que viajaba mucho, al trabajar en una feria, para ser cuidadas y educadas, sin embargo, el desenlace sería muy diferente. Cabe mencionar que la hermana menor, Jennifer, padecía de poliomielitis, enfermedad que afecta el sistema nervioso.
Gertrude Baniszewski tenía un total de siete hijos los cuales vivían con ella, y a pesar de no ser muy adinerados, aceptó la responsabilidad de las niñas Likens. El acuerdo de los padres de Sylvia con Baniszewski era que, por cada semana de cuidados, ellos le pagarían 20 dólares. Después de haber pasado una semana, y tras un pequeño retraso en el cheque, Gertrude, víctima de una depresión y un ataque de ira, comenzó a golpear a las niña con palas de madera (de cocina), después las bajó al sótano, las desnudó y comenzó a azotarlas.
Tiempo después, los padres de las niñas fueron a visitarlas, sin embargo, las jóvenes nunca dijeron nada por miedo a represalias.
La tortura continuó cuando Sylvia llegó un poco tarde a casa, después de haber trabajado tiempo extra en una tienda, recolectando botellas para vender, por esta razón, y sin escuchar ni una palabra, Gertrude, se molestó bastante e hizo que Sylvia se desnudara para que se introdujera una botella de vidrio en la vagina, acción que la dañaría muchísimo debido a que la botella se rompió en su interior. Lo peor de esta situación es que los hijos de Gertrude eran partícipes de los abusos hacia Sylvia, incluso amigos y vecinos participaban en las golpizas y abusos por parte de Gertrude.
Después de varios abusos, Gertrude comenzó el rumor de que Sylvia era una prostituta, por lo que vecindario entero la veía con odio. La tortura siguió cuando Gertrude hizo que Sylvia redactara unas cartas donde confesaba que era una prostituta, incluso, en una ocasión, con una aguja al rojo vivo, marcó en su abdomen la frase “soy una prostituta y estoy orgullosa de ello”.
Sylvia trató de huir, sin embargo, fue atrapada y golpeada por los hijos de Gertrude, incluso Paula aplico sal en sus heridas para causarle más dolor. A la mañana siguiente, la madre bajó al sótano y comenzó a dispararle agua sobre las heridas con una manguera, la presión era tanta que Sylvia no resistió más y quedó inconsciente, para fallecer instantes después.
Los hijos intentaron reanimarla, sin embargo, ya no se pudo hacer nada, así que Gertrude llamó a la policía para decir que Sylvia había salido a tener sexo con unos muchachos y que así había llegado una noche antes.
Antes de que los policías abandonaron la casa, la hermana, Jennifer, corrió hacía ellos y les dijo que les diría toda la verdad si la sacaban de ahí.
Después de un juicio en contra de Gertrude Baniszewski, y de varios de los hijos y vecinos, aceptaron ser culpables y recibieron sus sentencias; en cuanto a la madre, recibió una condena por cadena perpetua, sin embargo, 20 años después, en 1985, salió de prisión por su buen comportamiento. A pesar de que la familia de Sylvia luchó por volver a meter a Baniszewski a la cárcel no se logró nada.
Actualmente, la casa de los Baniszewski es el estacionamiento de una iglesia, pues fue demolida muchos años después, al no ser vendida. En él se encuentra una estatua de granito en honor a Sylvia.