Adolf Hitler fue el responsable de la muerte de millones de personas con la finalidad de llevar a un país a la gloria que había perdido en la guerra, y no sólo asesinaba a judíos, asesinaba u obligaba a trabajar a cualquier persona dentro de los países en los que se encontró con la finalidad de crear una raza que fuera digna de controlar el mundo.
Tras asumir su derrota en 1945 y supuestamente cometer suicidio en su bunker, se suponía como terminada la tragedia asociada a este apellido, sin embargo, en 1970 volvió a la escena pública por una noticia publicada en un periódico alemán acerca de que había un hijo legitimo del Führer trabajando en los ferrocarriles de aquel país, aunque nunca pudo ser comprobada.
El escándalo se hallaba en el hecho de que el dictador nunca tuvo hijos con su esposa Eva Brunt, sin embargo, tuvo varios hermanos, los cuáles contaban con el mismo apellido y ellos sí tuvieron descendencia. Algunos podrían pensar que esto es un privilegio, llevar en el nombre el apellido de un gran estratega, cosa que no puede estar más lejos de la realidad.
Muchos de los descendientes tuvieron que cambiar su apellido por vergüenza, para no atraer el odio de la población o para no poner en riesgo sus puestos de trabajo y es que los últimos rastros que se tienen de esta familia se pueden encontrar, irónicamente, en New York, Estados Unidos, con un sobrino nieto que se cree es el último descendiente en llevar este apellido.
Las experiencias que relatan los Hitler suenan como si una maldición hubiera caído sobre ellos, su sobrino Alexander Stuart-Houston relata que muchos de sus familiares han tenido que optar por esconderse o alejarse de la sociedad por el miedo, muy restringidos en su forma de relacionarse con la gente y con el terror latente de ser reconocidos y sufrir un atentado.
Fuentes:
https://www.elmundo.es/loc/celebrities/2018/10/17/5bc5d9dfca4741f0788b4618.html