Si hay algo en este mundo que puede llegar a ser el común favorito de las personas, sin excepción alguna, es la comida. Más aún, pueden ser las delicias gastronómicas como los postres: flanes, pastelillos, gelatinas, galletas y, por supuesto, el pan. ¿Quién no moriría por un rico pan? Curiosamente más de 100 personas en Colombia lo hicieron.

Hay descuidos, ineptitudes, errores -sea cuál sea el nombre- que se pagan muy caro y este es uno de ellos. La noche del viernes del 24 de noviembre de 1976, un transportista olvidó tener las medidas necesarias para el traslado de frascos de folidol, destinados a la venta en su negocio, de los cuales uno de ellos se quebró y derramó el líquido sobre un número considerable de bultos de harina.
Estos bultos de harina fueron la causa de un terrible envenenamiento masivo en el pequeño pueblo de Chiquinquirá, Boyacá, en Colombia. Sin saberlo, la mañana del sábado 25 de noviembre, los panaderos del negocio Nutibara comenzaron la venta de su pan como en un día cualquiera.

Acostumbrados a acompañar sus desayunos con este horneado, los habitantes -sobre todo niños- de aquel pueblo salían desde temprano a realizar sus compras de cada día en Nutibara. Tras 55 años de aquel acontecimiento, son pocas las personas que hoy día pueden recordar la tragedia.
Omar Romero, que en ese entonces era un niño de tan solo 10 años, es uno de ellos. De acuerdo con su relato, él recuerda cómo de pronto las personas empezaban a salir de sus casas desesperadamente; señoras con pequeños en sus brazos, los mismos niños que se desplomaban en las calles, algunos adultos mareados y más. Todos ellos sin saber lo que sucedía.

Tras fallidos intentos de los doctores en querer dar respuesta a cuál era la razón, un par de pollos fueron la clave, quienes murieron al poco tiempo de haber ingerido de aquel pan, mismo que rechazaría la hermana de Omar por su “sabor a veneno”.
El saldo total se desconoce, pero registros aseguran que mínimo 70 niños perdieron la vida en aquella tragedia. El dueño de la panadería, Aurelio Fajardo, tuvo que abandonar el pueblo a pesar de no ser el principal culpable de lo ocurrido. Por otro lado, Nutibara ahora es una casa cualquiera de un pueblo que poco recuerda lo acontecido hace 55 años.