Hace tiempo se rumoreaba que los espías de otros países estaban en México, especialmente de Estados Unidos.
Las revelaciones de hace algunos años, del ex contratista del Departamento de Defensa, de EUA, Edward Snowden, produjeron que se pusiera especial atención en los usos y costumbres del espionaje, que se sabe, lleva a cabo Estados Unidos.
Con el tiempo, se comenzaron a saber muchas más cosas, más casos sobre esto. En cuanto a México, se supo que Estados Unidos intervino los teléfonos del expresidente Felipe Calderón y del hoy mandatario Enrique Peña Nieto, llegando a las redes secretas de la Secretaría de Seguridad Pública, lo que provocó apenas una respuesta mínima de parte del gobierno mexicano. ¿Extraño no?
No hacer un reclamo formal, no quejarse ante las instituciones mundiales sobre este crimen, muchas preguntas surgen del por qué el gobierno mexicano no tomó cartas en el asunto.
Seguramente pasará mucho tiempo, años o décadas, para conocer la verdadera dimensión del espionaje estadounidense en México y el mundo.
Sin embargo, recordemos que, durante la Guerra Fría, México fue unos de los principales nodos del espionaje global.
«Una especie de versión Latinoamericana de Casablanca: una gran ciudad llena de ideologías en conflicto, con agentes provenientes de distintos países, espiándose los unos a los otros; alzamientos campesinos con grandes negocios tratando de controlarlos; tráfico de armas, tráfico de drogas; lavado de dinero; personas escondiéndose; personas buscando personas escondidas; y todas las demás permutaciones de una lucha de poder internacional apenas imaginable.”
Así describió a nuestro país, un agente de la Central Intelligence Agency (CIA), que residía en la ciudad de México, en la primera mitad de la década de los cincuenta.
Fue después de la Segunda Guerra Mundial, que México empezó a ser base para muchas naciones: norteamericanos, rusos, alemanes…
“El gobierno mexicano observa las diabluras internacionales con perplejidad y tolerancia”, escribió otro agente de la CIA.
La libertad otorgada a los espías, por parte del gobierno mexicano, funcionó como una especie de subsidio a poderes extranjeros. Los antagonistas de la Guerra Fría podían monitorearse mutuamente y libremente, vía México; a pesar de esto, ninguno tenía razones de peso para apoyar una transformación, en la forma en que México era gobernado. Nos usaban.
Durante la Guerra Fría, México cedió la mínima soberanía a los espías extranjeros, por lo que, al final, terminó perdiendo muy poco y ganando, eso sí, experiencia en el tema.
Actualmente la soberanía estatal se enfrenta a grande retos, que ya no provienen del extranjero, sino que se encuentran dentro del país, y como lo hemos sabido en últimas fechas, sirven a participes y objetivos considerablemente más siniestros.